«…, desde la llegada al poder municipal del equipo de Gobierno social-comunista, es notorio que la fachada de la antigua casa de los Cirat ha dejado atrás su marchamo de espacio público propiedad de todos los ciudadanos de esta Villa. Es incuestionable que, tras el arribo de Pilar Callado al despacho de la planta noble de la Casa Grande, se ha generalizado su utilización como lienzo o paramento donde ubicar todo tipo de mensajes políticos, reivindicativos y propagandísticos…»
Luis BONETE. Periodista. Copyright-2025
Desde la llegada al poder municipal del equipo de Gobierno social-comunista, es notorio que la fachada de la antigua casa de los Cirat ha dejado atrás su marchamo de espacio público propiedad de todos los ciudadanos de esta Villa. Es incuestionable que, tras el arribo de Pilar Callado al despacho de la planta noble de la Casa Grande, se ha generalizado su utilización como lienzo o paramento donde ubicar todo tipo de mensajes políticos, reivindicativos y propagandísticos.
En estos momentos cuelga en su fachada la bandera de Palestina que, en términos legales internacionales solamente tiene estatus de observador en la ONU, pero no es miembro de pleno derecho, y pende según me cuenta un buen amigo con el que habitualmente debato asuntos municipales, “…, porque lo han decidido media docena de colectivos…”. Pero que recuerde, antes que la bandera palestina, se han visto colgando de los balcones del Ayuntamiento gallardetes relativos al Día del Orgullo Gay, Feminismo, Día de la Mujer, contra el Cáncer, Día Mundial de la Enfermedad Mental, contra la violencia de género…, y más avisos que ahora no recapitulo; por cierto, no he observado exhibición pública alguna de la bandera de España en el Día de la Hispanidad.
Regresando al asunto de uso de la fachada de la Casa Grande, opino en primer lugar, que existe una clara asimetría de poder. Quienes ostentan hoy el poder municipal (PSOE-IU) tienen un acceso privilegiado a este espacio, lo que les permite proyectar sus mensajes sin las limitaciones que afectan al ciudadano de a pie. Mientras que la multitud de colectivos que operan en Almansa deben luchar por conseguir un espacio público para expresar sus demandas, la administración municipal hace tabla rasa y despliega “sus banderas” sin trabas. Esta prerrogativa institucional convierte, lo que aparenta y debería de ser un trampolín democrático, en un instrumento de propaganda que favorece desproporcionadamente al equipo de Gobierno social-comunista que preside Pilar Callado.
Además, la multiplicación de mensajes en la fachada de Casa Grande, desde mi punto de vista, genera saturación visual y una clara banalización del discurso social y político. Debería la señora alcaldesa darse cuenta, que para ello tiene su “equipo asesor”, que cuando todo es reivindicación y todo es urgencia, nada destaca verdaderamente. Apuesto doble contra sencillo que, si se hiciera una auténtica encuesta entre los almanseños, el resultado mayoritario apuntaría a concluir que el edificio municipal y su fachada, deben de jugar en la liga de encarnar la neutralidad institucional y el bien común, en caso contrario (como viene ocurriendo) la portada manierista de los Pina, se convierte en un tablón de anuncios desordenado donde conviven consignas electorales, demandas identitarias y gestos simbólicos. ¿Resultado?: la solemnidad del espacio se diluye.
No acaba aquí la cosa, no. Existe también una contradicción fundamental: estas acciones que aluden y/o se justifican en una supuesta democratización del espacio público, en realidad lo que hacen es colonizarlo con la ideología de unos pocos. Un ciudadano que discrepe con el mensaje, a día de hoy con ver colgar la bandera de Palestina, no puede simplemente ignorarlo, porque forma parte del paisaje institucional de nuestra ciudad. Parece que nadie ha caído en la cuenta de que sufrimos una forma de imposición simbólica que reclama consentimiento mediante la ocupación del espacio público.
Como conclusión, quiero poner el acento en que estas prácticas erosionan la distinción entre la administración pública y la actividad política partidista. El Ayuntamiento de Almansa (no sé qué hacen los demás) debe servir a toda la población, no convertirse en centros de campaña permanente de colectivos con una mínima representatividad ciudadana. Cuando la fachada se transforma en territorios de la confrontación ideológica, y lo hace a menudo, la institución municipal almanseña pierde el carácter de árbitro neutral que debería mantener.
La solución a este debate, por supuesto, no es prohibir la expresión de demandas sociales, sino recuperar la idea de que existen otros espacios dedicados específicamente a ello, distintos de aquellos que representan la autoridad pública. Los muros institucionales de la Casa Grande deben reflejar la pluralidad, no replicar la lógica de la propaganda. Solo así el espacio público seguirá siendo realmente de todos.
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